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CRN
18/09/2017 || 3:10pm
Reflexiones sobre los principios hipocráticos y su
vigencia
El 18 de setiembre de cada año se celebra el Día Mundial
de la Ética Médica, instituido por la Asociación Médica Mundial en la 54
Asamblea General, realizada el 2003 en la ciudad de Helsinski. La efeméride
conmemora la 1a Asamblea General de la Asociación Médica Mundial, del 18 de
setiembre de 1947, poco tiempo después de la Segunda Guerra Mundial y todavía
con los estragos de ésta.
La ética médica se basa en los principios acuñados por
Hipócrates en la Grecia antigua. La ética hipocrática empieza con “primum non
nocere”, es decir, en primer lugar no hacer daño. El médico, antes de
intervenir, debe justificar adecuadamente la pertinencia de su intervención para
no hacer daño. Luego de salvado este principio, puede intervenir para hacer el
bien. El segundo principio es el de beneficencia.
Para hacer el bien debe establecerse la equidad de la
intervención. La justicia es el tercer principio. La intervención médica no es
uniforme ni estándar, sino adecuada para cada persona y circunstancia. Más
tiempo y mayor cuidado para el que más lo necesita. Hay justicia con el fin de
conseguir igualdad en la prevención y recuperación de la salud de los
ciudadanos.
La relación del médico con el paciente se realiza en un
acto entre dos seres autónomos. La autonomía del paciente es el cuarto
principio, y la libertad del médico para ejercer sus juicios clínicos es el
quinto. El paciente posee derechos y deberes; el médico también. El
comportamiento de ambos presupone la vigencia de los tres primeros principios.
En el siglo XX se trastocó la relación entre el primer
principio y el segundo, y se relativizó el cuarto y el quinto. Se puso énfasis
en hacer el bien, en la beneficencia. A los niños, “por su bien”, se les
educaba con rigor y castigo en las
escuelas, para hacerlos buenos ciudadanos. A los pueblos y países se les
invadía “por su bien”, para civilizarlos y sacarlos del subdesarrollo. A los
pacientes se les aplicaba tratamientos torturantes para sanarlos.
Los gobiernos
creían necesario encarcelar, torturar y asesinar a sus contrincantes por el
bien y la grandeza de la patria. Se cometieron grandes etnocidios para eliminar
creencias y costumbres, por el bien de “los salvajes”. Los 80 millones de
muertos en la Primera y la Segunda guerra, además de los enormes experimentos
sociales, convirtieron al siglo XX en el más sangriento de la historia. La
excusa: hacer el bien. Los “benefactores” han sido estudiados y descritos como
psicópatas, mitómanos y asesinos.
Luego de esa infausta experiencia, los médicos
“descubrieron” el valor de su primer principio, es decir, “en primer lugar no
hacer daño”. Es el respeto al otro, la tolerancia, convivencia y respeto de la
diversidad. Se ha establecido una nueva relación de respeto, por ejemplo, entre
los pueblos, culturas, etnias, lenguas, religiones, ideologías, etc. En nuestro
país estos conceptos son de reciente data, pero han tenido ya un enorme impacto
en el quehacer político.
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La relativización de los principios de la autonomía del
paciente y la libertad de conciencia del médico en las decisiones médicas,
también ocurrió como consecuencia del endiosamiento de la beneficencia. Las
personas sólo tenían valor utilitario y como medios para lograr el sumo bien de
la humanidad descrita por “líderes infalibles”.
Sin embargo, hay una corriente de ética médica muy de
moda, es la bioética. A pesar de las lecciones de la historia, otra vez se
trastoca los principios éticos clásicos para endiosar el principio de la
autonomía del paciente que se expresa con la irrupción de un nuevo agente entre
el médico y el paciente: el financista. Esta autonomía debe pasar por el tamiz
del financiamiento, del costo-beneficio, del costo-efectividad y del costo-utilidad, y se plasma en la forma
de un contrato jurídico. Así se justifica “éticamente” la exclusión e inacción
médica por “falta de dinero”. Rechaza el lema salud para todos y en su lugar ha
acuñado otro lema: más salud para más personas.
La bioética, felizmente, es extraña al Perú.
La Constitución Política, los tratados internacionales
que el Perú ha suscrito, las leyes de desarrollo constitucional, como la ley
general de salud y otras, refuerzan la ética médica. La salud para todos es un
imperativo ético y moral.
Por: Herberth Cuba García
Coord de Prensa Delimar Timaure
Web Master Migdalia Fort
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