25/09/2017 || 10:46am
Entre las mujeres que representan tanto a la heroína de
extraordinario relieve como a la mujer del hogar que anima con su ejemplo a su
esposo y a cuantos saben de su valor cívico y alta calidad moral, está Luisa
Cáceres de Arismendi. Su respuesta al jefe español Urreiztieta, en momentos en
que está prisionera en las bóvedas del Castillo de Santa Rosa, en La Asunción y
espera el nacimiento de un hijo, es el mejor retrato moral de su personalidad,
la más elocuente definición de su papel, en la historia de Venezuela:
"Jamás lograréis -dijo Luisa Cáceres- que aconseje a mi esposo a faltar a
sus deberes."
Luisa Cáceres nació en Caracas en el 25 de Septiembre de
1799 y murió en la misma ciudad el 28 de Junio de 1866. Su padre, José Domingo
Cáceres, era una personalidad representativa de la cultura caraqueña de su
tiempo: latinista, gramático, historiador y pedagogo. Y tuvo por esposa a doña
Carmen Díaz.
El autor de la primera biografía que se escribió sobre
Luisa Cáceres, don Mariano Briceño, recuerda que iniciándose el año de 1814,
Luisa Cáceres que acababa de cumplir quince años empezó a figurar en los grupos
sociales de la clase social a que pertenecía y de Inmediato se distinguió
porque "en su cuerpo competían lo acabado de sus formas con la sencilla
gentileza de su porte, y a las bellas facciones de su rostro daban expresión
particular la pureza de su alma y los cándidos Pensamientos de su
Infancia."
Recuerda asimismo Mariano Briceño que en las fiestas de
Nochebuena de 1813, presentados Por José Félix Ribas se conocieron Juan
Bautista Arismendi y Luisa Cáceres Díaz. Arismendi quedó profundamente impresionado
por los encantos Personales, la Inteligencia y personalidad de la Joven.
Arismendi era viudo de doña María del Rosario Irala. Las necesidades de la
guerra obligan al General Arismendi a marcharse a la Isla de Margarita en donde
reclamaban con urgencia de su presencia directoria.(...) Los Cáceres logran
llegar ante la amenaza de Boves que sitia la ciudad, huyen a la Isla de
Margarita donde Juan Bautista Arismendi los recibe con alegría y el 4 de
diciembre de 1814 celebra su matrimonio con Luisa Cáceres.
Pocas semanas más tarde, comenzando el año de 1815, el
General Arismendi asume las funciones de Gobernador Provincial de Margarita.
Muy Pronto se altera la paz de la Isla con la llegada de la poderosa expedición
que a bordo de una escuadra naval trae el General español Pablo Morillo.
Arismendi decide iniciar la resistencia al invasor monárquico y se atrinchera,
junto con su esposa, en la Parte norte de Margarita. Ante su empecinamiento
patriota, insobornable frente a las tentaciones y amenazas, Arismendi rechaza o
elude las proposiciones del jefe español Cobián a quien se le ha confiado el
control del norte de la isla. Y el 24 de septiembre, Cobián ordena la prisión
de Luisa Cáceres de Arismendi que es conducida, primero a La Asunción donde se
le señala la casa de la familia Anés por cárcel, mientras todos los bienes de
Arismendi son confiscados. Días más tarde es encerrada en las bóvedas del
Castillo de Santa Rosa.
Eduardo Blanco, el insigne autor de "Venezuela
Heroica" recuerda la vida de Luisa Cáceres de Arismendi en la prisión:
"Gimiendo prisionera en los calabozos de la fortaleza de Santa Rosa, en La
Asunción, maltratada con salvaje furor, aquella criatura angelical, abandonada
a los ultrajes de sus verdugos, sin más amparo que la enérgica austeridad de la
virtud, eleva a Dios su alma y resiste con suprema energía como las mártires
cristianas, las horas espantosas de su largo suplicio, sintiendo palpitar en su
seno la inocente criatura como ella condenada a expiar el heroísmo del caudillo
insular. A las frecuentes intimidaciones del jefe español Urreiztieta, llenas
de encono y amenazas, para que alcance del General Arismendi el sometimiento de
la isla, contesta siempre con heroísmo: «Jamás lograréis de mí que le aconseje
faltar a sus deberes»." Recuerdan sus biógrafos que "algunos éxitos
militares de Arismendi le permitieron en esos mismos días, hacer prisioneros a
varios jefes españoles y entre ellos al Comandante Cobián, jefe del Castillo de
Santa Rosa en donde estaba prisionera Luisa Cáceres. El comando español le
propuso al jefe patriota el canje de su esposa por Cobián y otros prisioneros
españoles. "Diga usted al jefe español que sin Patria no quiero
esposa", respondió Arismendi.
Luisa Cáceres dio a luz en su celda de prisionera en el
Castillo margariteño una niña que nació muerta, "a causa seguramente de
los malos tratos que durante todo su embarazo recibió su madre". Semanas
más tarde, Luisa Cáceres es trasladada a La Guaira y después de permanecer,
durante varias semanas, recluida y vigilada estrechamente en el Convento de la
Concepción en Caracas la devuelven a La Guaira para ser encerrada en las
terribles bóvedas del puerto. Recuerda Briceño que en 1816, fue embarcada en
unión de otros prisioneros patriotas a bordo del barco "El Pópulo"
con destino a España, pero un buque corsario norteamericano apresó la nave y
sus pasajeros-prisioneros fueron desembarcados en las islas Azores. El término
final de esta odisea fue Cádiz adonde llegó la heroína en enero de 1817. Un
nuevo gesto de su firmeza republicana pone en evidencia el temple de su
personalidad, pues las autoridades españolas le ofrecen libertad plena si firma
un acta renunciando a sus ideas de independencia y república. La respuesta de
la venezolana es la misma que tuvo cuando estaba prisionera y embarazada, en
las bóvedas del Castillo de Margarita: no renuncio a mis deberes. Finalmente
con la valiosa intervención de un amigo inglés y de Francisco Carabaño logra
evadirse de España para viajar a los Estados Unidos. Llega a Filadelfia en mayo
de 1818. Y después de recibir noticias de su esposo victorioso regresa a
Margarita en julio del mismo año 1818, siendo recibida con el justo homenaje de
un pueblo que la veía como un símbolo de fe, de valentía, como una lección
viva. Como la Patria encarnada en una mujer.
A lo largo del resto de su vida mantuvo esa justa
preeminencia de máxima heroína, de fundadora de la patria, atenta a intervenir
en los grandes acontecimientos con su presencia, su influencia y su palabra
acatada y respetada. En junio de 1866, a la edad de sesenta y siete años, murió
en Caracas. La República agradecida le acordó los honores del Panteón Nacional
a sus restos y numerosas instituciones, plazas y monumentos perpetúan su nombre
ejemplar.
Fuente: Efemérides Venezolanas
Web Master Migdalia Fort
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