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23/11/2017 || 7:29am
Manuela Sáenz, compañera de Simón Bolívar, y reconocida
por él mismo (25.9.1828) como "Libertadora del Libertador", nació en
Quito en 1797 y murió en Paita (Perú), un 23 de noviembre.
Fueron sus padres Simón Sáenz Vergara, español, y María
Joaquina Aizpuru, ecuatoriana. Su infancia transcurrió en Quito, donde
rápidamente se hicieron sentir los ideales de los movimientos independentistas,
organizándose grupos revolucionarios. En tal sentido, Manuela y su madre se
identificaron con la gesta emancipadora; no así su padre, quien permaneció fiel
a la Corona española, por lo que fue hecho preso al estallar dicho movimiento,
aunque posteriormente recuperó su libertad, al ser sofocada la rebelión en
1810.
Debido a su apoyo al proceso de independencia
suramericano, Manuelita fue internada en el convento de Santa Catalina, donde
aprendió a leer, escribir y rezar. Según una leyenda que circuló por mucho
tiempo, siendo muy joven fue raptada del convento por un oficial de nombre
Fausto D'Elhuyar, lo cual, no obstante, ha sido desmentido por la
historiografía.
En 1817 contrajo matrimonio con Jaime Thorne, comerciante
inglés, rico y mucho mayor que ella, trasladándose a vivir a Lima (Perú) entre 1819 y 1820. A
pesar de ser éste un país donde el sentimiento independentista no se había
manifestado, en poco tiempo el prestigio de Simón Bolívar y su triunfo en la
liberación de la Nueva Granada (1819) gana entusiasmados adeptos a su causa,
entre ellos Manuela Sáenz, quien se convierte en miembro activo de la
conspiración contra el virrey del Perú, José de la Serna e Hinojosa (1820). Al
declararse la independencia del Perú (1821), Manuela se confiesa admiradora de
José de San Martín.
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Los servicios de Manuela a la causa de emancipación
fueron reconocidos al otorgársele, en 1822, la condecoración llamada
"Caballeresa del Sol", consistente en una banda blanca y encarnada,
con una pequeña borla de oro y una medalla cuya inscripción decía "Al
patriotismo de las más sensibles".
Luego de separarse de su marido, en 1822 viaja a Quito
acompañada de su padre para visitar a su madre. Allí conoce a Bolívar, cuando
éste hace su entrada triunfal a dicha ciudad el 16 de junio de 1822. En Quito
surge un estrecho vínculo afectivo entre Bolívar y Manuela, derivado de sus
conversaciones y coincidencias acerca de la campaña libertadora. Ella no sólo
concibe idealmente la independencia latinoamericana, sino que toma parte activa
en la guerra: monta a caballo, maneja las armas, es capaz de sofocar un motín
en la plaza de Quito.
En 1823 Bolívar parte al Perú, donde se le une semanas
más tarde Manuelita, quien lo acompaña durante la campaña libertadora de dicha
nación, permaneciendo en su cuartel general algunas veces, o en Lima y en
Trujillo en otras ocasiones.
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De los momentos en que estuvieron alejados, se han
conservado algunas de las cartas de amor que el Libertador le escribió
expresándole cuanto la extrañaba, tal como la siguiente epístola del 20 de
abril de 1825, en la que le escribe: "Mi bella y buena Manuela: Cada
momento estoy pensando en ti y en el destino que te ha tocado. Yo veo que nada
en el mundo puede unirnos bajo los auspicios de la inocencia y el honor. Lo veo
bien, y gimo de tan horrible situación por ti; porque te debes reconciliar con
quien no amabas; y yo porque debo separarme de quien idolatro. Sí, te idolatro
hoy más que nunca jamás. Al arrancarme de tu amor y de tu posesión se me ha
multiplicado el sentimiento de todos los encantos de tu alma y de tu corazón
divino, de ese corazón sin modelo".
Fuente: Procuraduría General de la Republica
CRN Web
Master Migdalia Fort
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